Llegius, pudrits, llegiu... |
Rilke, Rainer Maria. Cartes a un jove poeta.
Barcelona: La Llar del Llibre, 1984
Y un día me di cuenta de que había finalizado la era de la política. Aquel oleaje imponente que durante un tiempo había sacudido el siglo perdió su empuje y acabó engullido por una cotidianeidad inevitable y desprovista de color. (Pàg. 64)
Murakami, Haruki. Al sur de la frontera, al oeste del sol
Barcelona: Tusquets Editores, 2007
Los hombres odian ser mentalmente fuertes y físicamente débiles. El hecho de que debamos destruir este planeta a la vez que a nosotros mismos no nos llega de alegría. En cambio admiramos a los atletas y a las personas que ejercen la violencia física, y odiamos a los intelectuales. Un puñado de gilipollas lanzan un cohete a la puñetera luna, y ¿a quién mandan? A un tipo rubio llamado Armstrong, incapaz de decir lo que debía al alunizar.
Es una extraña maldición, cuando uno se pone a pensarlo. Estamos hechos para el pensamiento y la civilización más que cualquier otro bicho viviente que conozcamos. Y en el fondo sólo queremos ser asesinos.
(Pàg. 37)
Bazell, Josh. Burlando a la parca.
Barcelona: Anagrama, 2009
-¡Ciudadanos! –gritó entonces Silvestre Pulmacher, que tenía como ocupación habitual la de detallista de especias-. ¡Ciudadanos! ¡A pesar de lo que ha dicho ese farmacéutico indecente, yo me comprometo a matar cinco mil virgamenienses si queréis aceptar mis servicios!
- ¡Cinco mil quinientos! –pujó algún patriota más decidido.
- ¡Seis mil seiscientos! – no se amilanó el especiero.
- ¡Siete mil! –gritó el confintero de la calle Helling, señor Jean Orbideck, quien estaba amasando una considerable fortuna a base de vender nata batida.
-¡Adjudicado! –sentenció el burgomaestre Van Trincasse en vista de que nadie se atrevía a hacer mayor postura.
Y así fue como el confitero Jean Orbideck se convirtió en general en jefe de los ejércitos de Quiquendone.
(Pàg. 117)
Verne, Jules.El doctor Ox
Madrid: Editorial Magisterio Español, 1979
A quienes conservan su sano juicio les hago el siguiente llamamiento: no leáis siempre y de manera exclusiva esos libros sanos; acercaos un poquito a la llamada literatura enfermiza, de la cual tal vez podáis sacar un consuelo vital. La gente sana debería arriesgarse siempre de una u otra manera. ¿Para qué demonios, si no, conservar el sano juicio? ¿Para morir un día saludablemente? Vaya un futuro desolador... (Pàg. 69)
Walser, Robert. El bandido
Madrid: Siruela, 2004
Benvolgut senyor Gerent,
ResponEliminano hi ha vídeos de tot això? algun enllaç a youtube?
Comprendreu que estem a l'època 2.0 i que això de llegir no només fa carca, sinó també necocon.
Vos creieu que els acampats han agafat mai un llibre que no sigui Indigneu-vos! d'Stéphan Hessel? No oi?
Doncs si la vanguardia revolucionària del nostre país passa de lletres, prenguem-ne exemple, home!
Stephan Hessel diu? no, no... Al senyor gerent, per aquestes inicials només li surt Sven Hassel que, per cert, va ajudar a formar, en la tendra adolescència del senyor gerent, el caràcter carca i neocon que vostè tan brillantment ha clitxat.
ResponEliminaEl puto enllaç no acaba de xuta... il·lustri's aquí:
ResponEliminahttp://es-la-guerra.blogspot.com/2006/11/la-nueva-coleccin-de-sven-hassel.html
Doncs jo li diré que deixi de fer recomanacions així... tinc una cua de proporcions bíbliques i descomunals. Ai, quin embolic, volia dir que la cua de bibliografia que tinc és descomunal... en què estaria pensant!
ResponEliminaDoncs això, que deixi de donar-nos llibres i deures, que jo no faré mai net!
Surfzone,
ResponEliminano faci mai cas de les meves recomanacions, no tinc cap mena de criteri.
En tot cas, faci cas a Robert Walser (la darrera cita).